Todo los que conocían la trayectoria y la forma de entender el futbol de Manolo Jiménez, describían a un técnico con la obsesión de no encajar goles, de amarrar los partidos y de practicar un futbol bastante defensivo.Ese estilo le llevo con el filial a jugar la liga de ascenso tres años consecutivos, consiguiendo el ascenso en la tercera ocasión. Es decir le dio resultado. Y jugando con ese estilo, tras la huida de Judas, la dirección deportiva lo eligió para llevar la nave de uno de los veinte mejores equipos del mundo.
Por cierto un estilo que a mí no me gusta, pero que si me da resultados soy capaz hasta de gritarle por sus atributos.
Hasta ahora ese estilo propio no se había reflejado en el campo, Jiménez ha ido dando tumbos sin aplicarle al equipo su propia identidad, variando los conceptos, los estilos y las tácticas. Lo mismo imprimía al equipo de velocidad y toque, que algunos partidos más tarde aparecía un equipo lento y sobrio. Lo mismo ha jugado con dos medios centros defensivos, que lo ha hacia con dos ofensivos. Un día parecía que su ideal era la escuela Holandesa, para unos partidos más tarde tener la idiosincrasia del futbol italiano.
Los motivos pueden ser su inexperiencia, su querer contentar tanto a jugadores como a sus jefes o por falta de personalidad.
Pero creo que Jiménez ahora está más seguro de sí mismo, ha perdido sus prejuicios y temores y se ha decidido a implantar su ideas. (Exceptuando la maniobra de la alineación en el derbi que no cuadra en ningún sitio). El Sevilla ahora sabe mejor a que juega, por fin Jiménez se ha decidido a ser fiel a sus principios, que no son otros que los de intentar que no le metan goles, que ya uno de mis delanteros meteran alguno, Para colmo se ha encontrado con mimbres para ello.
Los antecedentes dicen que esos métodos suelen dar resultados.
