2.1.10

ATLÉTICO - SEVILLA

Hoy se ha perdido de la peor forma posible. La que hace daño, y te inunda una rabia difícil de contener. Primero porque ha sido injusto, porque la derrota ha venido por una acción de muy mala suerte, porque una inexplicable decisión del entrenador ha provocado que se jugara con diez muchos minutos cuando éramos muy superiores, y porque una tremenda imbecilidad en la última jugada nos ha costado el partido.
Si el año acabó con mal sabor de boca, el comienzo está resultando ser una masacre de malas noticias. Para un sevillista, hoy resulta muy difícil analizar o comentar algo del partido. Desde el comienzo del año todo lo que nos rodea es negativo. Abres el periódico y te encuentra la dolorosa noticia de Sergio Sánchez. Antes de comenzar el partido, tu rival más directo gana en la última jugada. Te colocas delante del televisor y te enteras que se ha caído de la alineación Escude porque ha empezado a encontrarse mal. Te pones a jugar el partido y cuando tienes al rival entre las cuerdas, un rebote le pones el balón franco a Forlán y aunque falle el gol, viene un segundo rebote y te lo marcas en propia puerta. Cuando logras superar el golpe moral del empate, el jugador que estaba amolestado y todos sabíamos que había que cambiarlo, nos deja en inferioridad numérica a falta de media hora. Las lesiones se siguen acumulando y Squillaci también se tiene que retirar lesionado. Cuando ya hemos superado la media hora con el jugador menos y se ha sobrepasado el tiempo añadido, incluso teniendo el Sevilla el balón en su poder, un mal despeje de Adriano y seguidamente un imbecilidad de F. Navarro regalando una falta innecesaria da como consecuencia perder también el partido. Hemos entrado en una dinámica que todo se vuelve en contra del Sevilla.

El partido.

El equipo esta vez no salió con la pájara como últimamente lo estaba haciendo, se apodero muy pronto del centro del campo gracias a la superioridad numérica que generaba el juego entre líneas de Renato y también al achique de espacio que provocaba una defensa adelantada.
Ese dominio tenía un precio. Achicar espacio tiene beneficios, pero también se asumen más riesgos, cuando el balón merodeaba la línea de arriba del atlético, aunque fuese esporádicamente, aparecían bastantes espacio y Forlan tuvo algunas opciones. Menos mal que el uruguayo no es ni mucho menos el de la temporada anterior y no estuvo afortunado. El partido se disputaba mas en el campo del Atlético. A falta de cinco minutos para llegar al descanso una falta muy bien botada por Perotti lo remata de cabeza Renato ante la mala salida de Asenjo y nos pone por delante.
La segunda parte el Sevilla la empieza con una posesión de balón larga, tocaba y tocaban y el atlético estaba perdido, el público empezó a buscar los pañuelos. La cosa pintaba bien. Pero un balón largo sin peligro alguno le rebota a Squillaci y la coloca a los pies de Forlán que remata muy mal al cuerpo de Palop pero su rechace le vuelve a rebotar a Dragutinovoc que aloja el balón en nuestra propia portería. El colmo de la mala suerte. El inesperado empate le da alas al Atlético y descoloca al Sevilla. Pero el Sevilla es hoy por hoy muy superior a los madrileños y pronto vuelve a manejar el partido aunque sin crear ocasiones de gol, sobre todo porque el jugador referente arriba, Negredo, sigue completamente perdido. Durante el proceso de recuperación Duscher ve la tarjeta amarilla por hacer una de sus típicas entradas a los tobillos. No había ni un solo sevillista que no pensara que si no se quitaba pronto al argentino nos dejaba con diez. Si, había uno, y resultó ser el entrenador del Sevilla, y como no lo vio, diez minutos más tarde ya estaba el jugador en la calle.
A falta de media hora y con un jugador menos, ya que le habíamos regalado el empate, al menos un punto fuera de casa no era muy malo. Pero lo peor estaba por llegar. Se llegó al tiempo reglamentario y se superó el descuento sin que el Atlético pusiera a Palop en el más mínimo aprieto. Pero F. Navarro le regala una última acción de ataque haciendo una falta innecesaria. Y como todo nos salía mal, ¿quién no pensó que la falta acababa en gol? Nadie. Pues eso, acabó en gol.
Lo dicho, como más duele.
Ahora toca levantarse.
Aunque supongo que yo lo haré con muy mala cara, pues dudo que pueda conciliar el sueño.