Por tercera vez en tres semanas volvía a jugar el Sevilla con el último clasificado, esta vez incluso plagados de bajas. Pero había razones para no confiarse. Porque a estas alturas de la temporada todavía hay muchas posiciones en la tabla clasificatoria que pueden ser engañosas.
Un ejemplo claro puede ser mi equipo.
Cierto es que nadie nos ha regalado nada, pero igual de cierto es que había mucho botín para lo que habíamos demostrado.
En un partido jugábamos razonablemente bien los primeros 15 minutos, en otro los diez primeros de la segunda parte, en otro desde el minuto 10 al 30…
Hoy del 1 al 5 y del 50 al 60.
Pero...¿Y los 800 minutos restantes?
Los puntos, la imbatibilidad, Javi Varas, la pegada… todos eran arboles que impedían ver el bosque. Pero todos sabíamos que el bosque estaba ahí. Porque todos habíamos vistos esos 800 minutos.
A los aficionados al futbol. Perdón. A los que solo nos importa que nuestro equipo gane, veas lo que veas, pienses lo que pienses, mientras se consigan resultados pasas de puntilla ante lo malo que veas.
Pero en el futbol existe la lógica.
Y ese “mientras” siempre más pronto que tarde acaba por romperse. Y al final la lógica se impone. Y más siendo una carrera de 38 obstáculos.
Ganan los que mejores juegan.
El partidoEl máximo responsable del esperpento de equipo que se ha visto hoy es Marcelino.
Hace tiempo que no vi un equipo tan mal posicionado y descoordinado en un campo de futbol como el Sevilla de la primera parte. Un correcalle sin el más mínimo criterio para elaborar una sola jugada por muy simple que fuera. Su juego se limitaba a regalar el balón y ser dominado por el rival.
El equipo reacciona en los primeros 15 minutos de la reanudación, por cierto dando un nivel alto de juego, donde tiene la ocasión de "matar" definitivamente el partido. Pero pronto se vuelve a caer. Y queda media hora. Ahí tenía que haberse visto la mano del entrenador.
Ya se equivocó con dar entrada a Armenteros (no aporta nada) tenia en el banquillo a Campaña, un jugador que le garantiza posición de balón y equilibrio en el centro del campo. Y tenia en el campo a Rakitic, un jugador que si ya de por sí esta bajo de forma, la última media hora se arrastra por el campo. Tenía el resultado a favor y un equipo roto.
No siempre le iba a tocar el bingo con una papeleta.
Todos sabíamos lo que estaba por llegar menos Marcelino porque no hizo absolutamente NADA por evitarlo.